Comenzó el otoño y también la temporada de olas en nuestro país. Chile posee un inmenso catálogo de olas para los amantes del surf, es más, uno de los lugares más constantes a nivel mundial para la práctica de este deporte es Pichilemu, en la sexta región. Uno de los deportes silenciosos que su práctica y desarrollo en el tiempo, también ha traído mejoras en cuanto a la calidad y sobre todo en los materiales que se utilizan.
Para remontarnos al origen de esta disciplina, podemos encontrar vestigios en el siglo XVI cuando la cultura europea chocó con la cultura indígena de Perú, pueblo pescador, donde el Fray José de Acosta (antropólogo jesuita) los describió como “Neptunos que cortan las olas del mar”. Por su parte, casi 200 años más tarde en Hawaii, los británicos observaron una práctica más acabada del surf, donde además estaba reservado para la nobleza de quienes habitaban las islas.
La evolución desde su origen hasta este deporte de renombre mundial, es inmensa. Además, las características tanto de las tablas como de los trajes son un tema destacable a la hora de hablar de surf. La necesidad de adaptarse a los diferentes climas y aguas heladas en diversas épocas del año, hicieron también que la industria ahondara en diferentes materiales.
Tobías Schultz, investigador y fundador de “The Surfboard Cradle-to-Grave Project”, buscó las huellas que deja el surf en el medio ambiente y llegó a estimar que un surfista puede producir alrededor de 10 toneladas de dióxido de carbono al año. Al utilizar trajes de neopreno, fabricados a partir de fuentes no renovables de energía, como la extracción del petróleo.
Patagonia en alianza con Yulex (innovador de materiales en base biológica) a través de 4,5 años de I+D lograron desarrollar el caucho de origen vegetal a partir del árbol guayúl, después del árbol de hevea, el cual se convirtió en la base de la línea actual de los trajes Yulex Patagonia, marcando un nuevo estándar en la producción sostenible de los trajes de neopreno. “Pusimos este revolucionario caucho propietario de base biológica a disposición del resto de la industria del surf. Porque cuando los volúmenes aumentan, los precios bajan. Y cuando más surfistas pueden elegir trajes menos dañinos, todos ganamos”, destacó Macarena Sánchez, directora de marketing y medioambiente de Patagonia Chile.
Desde la marca aseguran que además en esta nueva colección de trajes son más flexibles y fáciles de poner, por su mejora en el fit del producto. Son los únicos en el mundo con certificación Fair Trade™ y están fabricados con un 85% de caucho natural Yulex® y un 15% de caucho sintético. “Nuestros trajes están fabricados con pegamento a base de agua, no utilizamos disolventes nocivos. Para teñir el producto inyectamos pigmento al hilo antes de la confección lo que nos permite ahorrar 98,4 litros de agua por traje. Buscamos revolucionar los procesos tradicionales, buscando siempre que nuestros procesos disminuyan la huella de carbono”, destacó Camilla Hartley, Technical Buyer de Patagonia en Chile.
En entrevista para gearjunkie, Hub Hubbard, el desarrollador de los trajes para Patagonia en Ventura, afirmó que “si bien muchas empresas podrían optar por mantener dicha tecnología en secreto, Patagonia compartió intencionalmente sus hallazgos con los competidores. Los trajes Patagonia son un porcentaje tan pequeño en el mercado de trajes, que sabíamos que para hacer una diferencia otras marcas también debían implementarlo”. Actualmente esta tecnología también puede verse en marcas como Billabong, Finisterre y Need Esssentials.
Sobre Patagonia
Estamos en este negocio para salvar nuestro hogar, el planeta Tierra. Fundada por Yvon Chouinard en 1973, Patagonia es una empresa de ropa outdoor con base en Ventura, California. Como Empresa B certificada y miembro fundador de 1% para el Planeta, la compañía es reconocida internacionalmente por la calidad de sus productos y su activismo ambiental, así como por sus contribuciones de casi 200 millones de dólares a organizaciones ambientales. Su particular estructura de propiedad refleja que la Tierra es su única accionista: Las ganancias que no se reinvierten en el negocio se pagan como dividendos para proteger el planeta.