Vimos hace unos días a Ramón Navarro hablando sobre el gran logro de crear la Reserva de Punta de Lobos, frente a la Presidenta y los políticos de la zona, que escuchaban muy atentos sus palabras, ciertas, sorprendentes y llenas de esperanza para todos los amantes de la naturaleza. Después de años de trabajo, pruebas y errores, alianzas y un montón de obstáculos superados, se crea este parque privado de uso público, inédito en el Surf chileno. El gran responsable de hacer posible este gigantesco logro es Ramón, quien para lograrlo tuvo, como primera cosa, que desarrollarse como surfista y persona, trascender toda limitación, ir más allá de Pichilemu, de Chile y del Surf, convertirse en un admirable y creíble líder ambiental y social, y luego usar esa gran plataforma de su propia imagen para hacer posible la solución al problema inminente y para muchos, inevitable, de la pérdida de nuestros espacios naturales y puntos de encuentro en manos del desarrollo inmobiliario acaparador y excluyente que vemos crecer por todos lados.
La colaboración entre la visión y postura firme y clara de Ramón, la difusión de Save the Waves de Punta de Lobos como Reserva Mundial de Surf, junto a unas pocas otras playas icónicas del mundo, el apoyo de la marca Patagonia que tiene una política de usar los negocios como herramienta para solucionar problemas ambientales, la participación de Nicholas Davis como inversionista que permitió asegurar la propiedad de terrenos claves mientras todo esto se concretaba formalmente, el trabajo ejecutivo de Matías Alcalde y el apoyo de muchas personas y organizaciones más en todo el mundo, han permitido que hoy este Parque sea una realidad y que una de las playas más bellas, potentes e inspiradoras que hemos conocido esté definitivamente protegida para su conservación y uso público para las generaciones que vienen.
Un gran ejemplo de cómo se pueden lograr las cosas, trabajando sin parar y aprovechando bien cada herramienta a la mano, sumando en una auténtica sinergía los esfuerzos de una comunidad mucho más amplia que el barrio inmediato, verdaderamente global, y llena de talentos listos para actuar y aportar.
Y no es el único gran esfuerzo que está dando resultados en estos días.
En la vecina Topocalma, una gestión de bastante más bajo perfil, anónima prácticamente, pero igual de ejecutiva, ha movido a la comunidad de Litueche a reclamar la apertura del acceso a sus playas, un problema de toda la vida de acceso complicado, y cerradas hace unos años definitivamente, logrando revertir el cierre de caminos a través de la legendaria Hacienda Topocalma. Todavía no está terminado el proceso legal, pero ya las máximas autoridades regionales han ordenado corregir este problema que tiene a la comuna de Litueche sin acceso al Mar, a surfistas, pescadores y otros visitantes impedidos de usar estas playas libremente, y a habitantes locales, que ya quedan pocos, aislados del resto del país. Quedan oportunidades de apelar a esto por parte de la Hacienda, pero el proceso no debiera retroceder a esta altura, y muy luego debiéramos ver que definitivamente se garantice este derecho tan básico de todos a poder entrar y salir libremente de nuestras playas.
Ahora, aquí no hay ninguna fundación ni parque que se haga cargo de la mantención y conservación de un medioambiente tan rico como frágil, y será necesario un esfuerzo tremendo de la comunidad para manejar la basura y el cuidado ambiental en general, las razones por las que todo propietario se ve tentado a cerrar los accesos y muchos usuarios lo comparten y justifican. Una gran alternativa, por ahora soñada pero ya vimos que nada es imposible, sería replicar el modelo de Punta de Lobos, adquiriendo las tierras de primera línea y creando un gran parque que, por un lado, agregue amplio, integrado y seguro espacio en tierra al borde costero, y por otro, se haga cargo de mantener y administrar una forma sana de recibir a los visitantes. Otra, más accesible a corto plazo, es desarrollar una manera para guiar a los turistas, surfistas y pescadores a hacerse cargo de su huella al pasar por estos bellos espacios naturales, destacando con buenos letreros su riqueza, belleza y fragilidad y la importancia de protegerla, dejando los lugares tan limpios o mejor que como los encontraron al llegar, y claro, haciendo el trabajo sucio de recoger basura ajena.
Playas libres, por siempre y por supuesto: de acceso, de basura, de incendios, de abuso, de depredación de recursos.

Por Matías López

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