Mavericks es una ola reconocida mundialmente, ubicada a casi un kiómetro de la costa del puerto Pillar Point, cerca de Half Moon Bay en el norte de California. Como la mayoría ya sabrá, su principal característica es su enorme tamaño que llega entre los 8 y los 15 metros en el invierno, después de fuertes tormentas.
Hace unas semanas, un estudio de la coalición Save the Waves mostró el enorme potencial económico que este lugar tiene, el que proviene especialmente del surf. De los resultados de esta investigación, titulada «El valor de una ola: un análisis de la región de Mavericks«, se estima que el valor económico que los visitantes le dan a la ola es de $23.9 millones de dólares al año; cada visitante está dispuesto a pagar en promedio US $56.70 por ir a esta región y que son los surfistas los principales visitantes de la zona.
Chile como es bien sabido ha despertado bastante el interés de todo el mundo como uno de los destinos inexplorados de surf y con una reputación a la altura de los mejores.
¿Y qué pasa si hacemos un paralelo entre Mavericks y Pichilemu?
Como una vez escuché decir a un local de Pichilemu a un extranjero: «Del año (2008 que fue un mal año por lo irregular) creo que habré visto unos 5 días flat, el resto siempre han habido olas». Un potencial casi único en esta disciplina, que requiere fundamententalmente de este tipo de condiciones.
Ahora, lo que está ocurriendo es que se han visto proliferar un sin fin de surf’ camps, hostales enfocados al rubro, escuelas, etc. Pero, ¿qué pasa con aquellas instituciones dedicadas a fomentar el turismo? Como siempre, la industria independiente marca las pautas en este tema. Pero pese a la entereza de los operadores, se necesita de una política que conviva y colabore con el buen desempeño de esta actividad que potencia fuertemente la industria turistica surf en Chile, más aún cuando se acerca el verano en esta latitudes.