Muchas veces hemos escuchado de Guatemala, pero la verdad es que poco nos imaginamos como es realmente.
Gracias a mi trabajo, por segunda vez tuve que partir rumbo a la cuna de la civilización Maya, un torneo ALAS y el dictar el curso de instructor de surf de la ISA, eran mi mis tareas a realizar en tierras centroamericanas. Tenía unas ganas tremendas de recorrer Guatemala y descubrir toda su magia y perfectas cualidades de las que todos me habían hablado. Luego de abandonar la metrópolis capital, Ciudad de Guatemala, entraba por un ir y venir de curvas y pendientes, el paisaje comenzaba a teñir mi espíritu, un valle rodeado de volcanes asomaba su grandeza que era estampada en una ciudadela retrocedida en el tiempo, comenzaba entonces a recorrer aquellos recovecos de una ciudad forjada por el sufrimiento de un pueblo. Ni el calor, ni la lluvia esporádica, me hacían despegar la vista de aquella majestuosa formación de edificios ceniles y parques colonilaes.
Cuna de grandes alabanzas, secreto de mil amores e infidelidades pasajeras, un retrato vivo de la dominación de un pueblo oprimido por otro de inmensamente diferente sentido de vivir. Calles pedrosas, barrotes oxidados y simpleza a toda prueba, imponente y atrevida, la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala irradiaba todo su asombro y majestuosidad en mi ser, La Antigua, como hoy se le llama, me hacia pensar y reflexionar en que la vida esta hecha, no solo para disfrutar, sino también para admirar.
Pero mi actividad turística debía cesar y era el tiempo de seguir mi camino con lo que emprendimos rumbo hacia la costa de la Antigua, donde se encuentra una localidad llamada La Empalizada, situada en el distrito de Escuintla.
La Empalizada es un lugar de frondosos árboles, bellas palmeras y un incansable oleaje, que a menudo, nos entrega picos de surf de primer nivel. Para muchos, La Empalizada es el epicentro de surf en Guatemala, es un poblado sencillo, de callejuelas simples, caluroso y tremendamente lluvioso, su costanera cuenta con una buena oferta de restaurantes que ofrecen en su mayoría productos del mar y comida típica. Las casas y restoranes de la costanera, están a orilla de playa, casi besando el fuerte oleaje que muchas veces azota la interminable costa del Pacífico guatemalteco.
Fue en una de esas sencillas construcciones que me preparaba para realizar el primer curso ISA de instrucción internacional de surf nivel uno de Guatemala. La verdad, es que en un principio no sabía realmente a lo que iba, las sillas y mesas que se utilizarían en la presentació rebosaban una minivan que se desenvolvía con destreza por un camino barroso y atestado de motos, bicicletas y diminutos taxis. El organizador del evento era mi gran amigo Salim Elgueta, un guerrero incansable del surf guatemalteco. Yo había terminado recién de trabajar en el segundo día de competencia de la séptima etapa del circuito ALAS y el calor era intenso y me imaginaba que el curso lo haríamos en un lugar con aire acondicionado y con instalaciones básicas para una buena presentación, pero aunque jamás he sido un tipo de grandes comodidades, cuando llegamos al lugar de los hechos, más que la sorpresa o la impresión que me llevé de aquel lugar, la curiosidad y un sentimiento de desafío se apoderaron de mí.
Era la propiedad de mi amigo Cristian Méndez, más conocido como el Machete, un tipo sencillo, cristiano hasta las entrañas y unos de los mejores susrfers de Guatemala. El lugar era más que sencillo, el piso era de tierra, los techos eran de paja y palmera, la casa estaba a semiconstruir y las murallas se erguían a no más de un metro de alto. La propiedad daba directo a la playa, palmeras y árboles nativos me hacían sentir por un momento como en una de esas películas de Vietman. Pero el lugar tenía una vida increíble, muchos autos estaban parqueados y un sin fin de tablas de surf desparramados por todos lados, me hacían comprender que ese era el punto de reunión. Los surfers se acercaron cuando bajé de la calurosa minivan, era un acontecimiento y comencé a entender que estaba llegando al lugar correcto.
El calor era tormentoso y la humedad me clavaba hasta la última gota de sudor, una de las chicas del curso me pasó un spray que me recomendó ponerme de inmediato, claro ya estaba cayendo la noche y los sanguinarios mosquitos del lugar no tendrían piedad de mi sangre fresca del hemisferio sur, el dengue era cosa de todos lo día por esos lugares y aunque me inundé en ese poco aromático repelente, los zancudos se dieron un festín de igual forma.
Ya era hora de comenzar la presentación, las mesas plegables se armaron y las sillas pláticas se ubicaron en forma de anfiteatro sobre un desteñido cubre piso que nos aislaba del suelo directo. Un proyector de última generación marcaba su luz sobre un tosco muro blanco y una ducha, a pocos centímetros de la mesa donde estaba ubicado el data, no cesaba de caer en ir venir de chicos post surf. Los manuales del curso estaban perfectamente impresos y anillados, un botellón de 5 litros de agua instalado en una mesa posterior y unas cuantas gaseosas lo flanqueaban también. Las caras de los comensales eran diversas, me di cuenta que el curso sería transversal, grandes, chicos, pobres ricos, latinos y un par de gringos aventureros, estaban listos, atentos y expectantes por escuchar, de una vez por todas, de aquel chileno que tanto les habían hablado y del que habían visto trabajar en el evento de surf.
La verdad es que estaba nervioso, algo que nunca me sucede, no eran el clásico surfer chileno el que iba a entender de forma perfecta todos mis modismos y muletillas que utilizo para hacer el curso más entretenido, ahora debía ser más claro y hablar un castellano neutro, sin acento y extremadamente cuidadoso en mis palabras para no herir a nadie, ni decir alguna palabra que por esos lados se considerara grosera sin yo saberlo. Creo haber dilatado un poco el comienzo del curso, pero me armé de valor, y a partir de unos cuantos vasos de agua, comencé a lanzar el repertorio. El curso de instructor internacional de surf nivel uno, para nada es difícil, pero requiere que pequeños detalles sean absorbidos por los candidatos y es ahí donde, el como los enseñes, va a ser la clave para el éxito de éste. No quiero exagerar, pero fluí como nunca, el curso fue un éxito, todos, sin excepción, quedaron más que felices.
Dos Salvadoreños, un super surfer peruano, Juninho Ursia y surfistas de toda Guatemala llegaron al curso; de Champerico, La Empalizada, la capital y del Puerto de San José, estaban presentes en ese sencillo lugar, y es de este último lugar, que me llamo la atención en particular un joven de mirada profunda, a veces un poco serio, siempre que lo vi en el torneo me pareció el más pendiente y el que más disfrutaba de las piruetas y olas de los super surfers latinos. Usaba muletas y tenía un píe amputado, tomaba apuntes y seguía con suma concentración y muy detenidamente cada cosa que yo explicaba en el curso.
Al día siguiente, en la parte técnica, hizo todo al pie de la letra y entró al agua con un facilidad envidiable, pasó la ola por debajo, remo como nadie, tomo una ola y se paro apoyado en un brazo. Pero aun faltaba la salida, que ese día no tenía nada de fácil, con fuerza las olas azotaban la orilla con una campana monstruosa. El chico se aprontaba a salir del mar, muchos de nosotros fuimos obviamente a su ayuda, pero él con una decisión tenaz, nos agitó el brazo en señal negativa a que lo ayudáramos, Aldín Rizo, saltando en su único píe, salio más triunfal que nadie. En ese atardecer, Aldín Rizo nos hizo sentir abrir un poco más los ojos y nos enseñó el real sentido de la superación.
La historia del Aldín no es un cuento de hadas, Aldín, no tuvo las mejores oportunidades , se crío y forjó de forma tormentosa en una barrio de mala muerte del puerto; azotado por las pandillas, el alcoholismo y las drogas.
La hermosa ciudad de La Antigua que describía en los primeros párrafos de esta nota, no es la constante en la controversial Guatemala, sus destinos turísticos, son una realidad que coexiste con otra muy diferente. En las empobrecidas barriadas de la periferia de las principales ciudades del país, el mundo se torna bastante más complicado y difícil de sobrellevar. Los altos niveles de delincuencia y la impunidad, son una de las características principales que nadie quiere, pero que ostenta con largo prontuario la bella Guatemala. Sus ciudades atestadas de gente son escenario de sangrientos asesinatos y feroces riñas entre pandilleros sin respeto alguno a la vida, los asaltos con extrema violencia, las vendetas y el narcotráfico, adornan cada día las portadas de los periódicos sensacionalistas de la nación.
La historia de la amputación de Aldín se remonta varios años atrás, en una noche de bebida y quien sabe que más, en una posada moribunda. Tres tipos se asomaron de un automóvil y le derramaron una calibre 9 con una frialdad terrorífica, una de la balas penetró en su tobillo, con un par de tiros más en su cuerpo, lo trasladaron, a quizás que asistencia pública donde lo enyesaron y por la falta de higiene, a la semana, su pie se gangrenó hasta llegar casi a la ingle. La amputación fue inminente y como si eso fuera poco, un par de días después, Aldín nuevamente era victima de otra feroz balacera que lo marco con 5 tiros más en su organismos, una de las balas traspasó su cuerpo a menos de un centímetro del corazón, las otras pegaron en su espalda, pero una de ellas no pudo ser retirada y hasta el día de hoy, le sobresale por su espalada a milímetros de su columna, pero Aldín está resignado y asumido, sabe que ya no hay vuelta atrás y que tuvo una dicha que no se repetiría más. Me contaba todo con una calma única y sin rasgo alguno de arrepentimiento, no había nostalgia por lo que pasó. Me dice que era el resultado de una mala vida – no era una buena persona, me portaba muy mal- me decía con absoluta naturalidad, no entró en detalles del porqué del ataque y al preguntarle por los autores de brutal asalto, me responde que ellos ya no están y que otros se encargaron de pagar con la propia medicina que utilizaron contra él – Ni la policía, ni nadie iba a hacer nada por mí- me repetía Aldín. A eso también agrega que hace 12 años conoció el surf y que nunca más dejó de practicarlo, ahora es otro me reitera, no va a ningún lado y se traslada de su casa a surfear y viceversa, no entra en problemas y está encargado de una escuela de surf en el puerto. Está feliz, a pesar de que es un tipo serio, de rostro curtido por el rigor, sus ojos no mienten y se derrocha un sesgo de felicidad cada vez que mira fijamente el mar.
Esa tarde en la Empalizad, todos y cada uno de los candidatos aprobaron el curso y estoy seguro que tuvieron una excelente experiencia que pondrán a prueba en sus escuelas y vida en general.
Aldín Rizo me hizo reflexionar, alguna vez también sufrí de un disparo en mi rodilla izquierda, quizás tuve mejor suerte y fui atendido de forma magistral y me recuperé de forma expedita y sin casi secuelas.
Lo que me pregunto es; si en el caso de que hubiese perdido mi pierna ¿hubiera tenido aquel temple para seguir con mi vida normal y seguir surfiando a diario? La verdad es que no lo sé.
De lo que si estoy seguro es que ese atardecer de Agosto con un calor agobiante y mosquitos asesinos succionandome todo lo que podían, me parece que hice las paces con algo que tenía pendiente, creo que me ¨abuené conmigo mismo¨ por decirlo de una manera coloquial y a pesar de que yo había sido el profesor, ahora disfrutaba de lo aprendido con esos chicos y esa aventura que había sido impartir el curso de Instructor ISA. Aquel paseo por la Empalizada, me hacia tener claro que Guatemala iba a ser distinto en mi vida, iba a ser uno de esos grandes momentos que vamos a recordar por siempre, y para siempre.
Buenas olas…….

Por Juan Pablo Barrientos