Para comenzar, ¿cuál es tu nombre completo y de dónde viene el apodo «Chacha»?
Mi nombre completo es Reinaldo Eduardo Ibarra Chang. El apodo “Chacha” nació cuando vivía en Arica, mi ciudad natal. Tenía unos 15 años y un día le pregunté a un compañero si conocía a un tal “Chacha”, que era otro alumno del colegio. El nombre me pareció curioso y la broma empezó ahí. Un tiempo después, mientras iba en micro con mi hermano y un amigo a surfear, sonó una canción en la radio con un coro que decía “chacha chacha chacha”. Mi amigo lo recordó y me empezó a llamar así todo el camino… y así quedé para siempre como “Chacha” (risas).

¿Cuándo y cómo comenzó tu historia con el mar?
Todo empezó en la playa Las Machas, en Arica. Mi hermano Marcelo, el mayor de seis, me pasó una tabla de fibra por primera vez y me dijo que ya estaba listo para probarla. Tomé mi primera ola y fue una sensación mágica, como volar en una alfombra. Desde ese día no paré más de surfear.

¿Qué te motivó a dedicarte profesionalmente al surf de olas grandes?
Fue un proceso natural, algo que se fue dando con el tiempo. La vida me fue mostrando el camino, y mi trabajo constante y resiliente terminó llevándome hasta ahí. Un momento clave fue cuando gané el premio “Biggest Paddle Award” en el New Big Wave Challenger 2022-2023. Ahí sentí que había llegado a un nivel profesional real.

¿Qué ha significado para ti convertirte en campeón mundial de olas grandes?
Ha sido un orgullo inmenso, un honor y una confirmación de mi pasión. Es uno de los logros más importantes de mi vida, tanto en lo personal como en lo profesional. Para el surf chileno, creo que este título aporta un referente y un coach con experiencia mundial, algo que puede inspirar a las nuevas generaciones a seguir un camino profesional, tanto en olas chicas como en el big wave.

En los Big Wave Challenge Awards ganaste con una ola surfeada en Punta de Lobos. ¿Qué sentiste en ese momento?
Fue una mezcla intensa de miedo, caos y pura adrenalina. Lo único que pensaba era: “No me puedo caer”. Esa ola fue todo: riesgo, gloria y una conexión total con el mar.

¿Cómo ha sido representar a Chile en competencias internacionales?
Es una experiencia única. Lo mejor es reencontrarme con amigos de todo el mundo y surfear olas increíbles junto a ellos. Cada campeonato me deja nuevos aprendizajes, especialmente en la modalidad tow-in, que he podido practicar gracias al apoyo de mis compañeros. También he ganado mucha experiencia en surf de remo en distintos tipos de olas.

¿Cuál ha sido el mayor desafío que has enfrentado en tu carrera?
Uno de los más extremos fue en Punta de Lobos, cuando gané la categoría “Pagón del año” en 2018. Me atrapó una ola gigante detrás de los morros, de unos 8 metros. Fueron 18 segundos bajo el agua, una verdadera apnea en medio del caos. La gente en la orilla miraba con pánico… fue una experiencia límite.

¿Qué consejo les darías a los jóvenes que sueñan con surfear olas gigantes?
Primero, que tengan el equipo adecuado. No todos pueden partir con lo mejor, pero es clave contar con una buena “gun”, leash de 12 pies y siempre revisar que todo esté en buenas condiciones. Es muy importante avisar que vas a surfear, y nunca ir solo. Ir acompañado te da seguridad y confianza.

Eres un referente del surf chileno. ¿Cómo asumes ese rol y cómo motivas a las nuevas generaciones?
Soy instructor de surf certificado por ISA e IND, y también doy clases de apnea. Para mí, la motivación se transmite todos los días: les enseño a mis alumnos la importancia de la constancia, la humildad, la determinación y, sobre todo, el respeto.

¿Qué acciones crees que podrían incentivar más el deporte en la playa?
Creo que el surf debería estar presente en los colegios como taller. También se necesita más apoyo del sector privado y una educación temprana que acerque a los niños al mar. Talleres de apnea, actividades en la playa, e incluso el uso de aletas desde pequeños –como hacen en Australia– podrían marcar la diferencia. Actualmente, lo que está haciendo el Club de Playa Savory es un ejemplo que muchos deberían seguir. Su iniciativa es excelente: ofrecen actividades como clases gratuitas que permiten que cualquier persona pueda aprender sobre surf, vóley y tenis playa, promoviendo así el acceso inclusivo al deporte.

¿Hay alguna ola soñada que aún no hayas surfeado?
¡Claro! Me falta surfear Nazaré, Mavericks, Pico Alto en Perú, Todos Santos… y muchos otros más. Siempre hay nuevos desafíos por conquistar.

¿Qué valores te ha dejado el surf a nivel personal?
El mar me ha enseñado a tenerle respeto, a cuidarlo. Hoy es mi oficina, y estoy profundamente agradecido por poder vivir conectado a este estilo de vida junto a mi familia.

¿Sientes que el mar te ha ayudado a encontrar equilibrio en tu vida?
Sin duda. El surf me dio equilibrio físico, emocional y familiar. Me ha llevado a cuidar mi alimentación, a vivir más sano y a pensar a largo plazo para seguir surfeando muchos años más.

Finalmente, Savory está impulsando campañas que promueven el deporte al aire libre. ¿Qué opinas de ese tipo de iniciativas?
Me parecen muy positivas. Le dan a la gente la oportunidad de acercarse al surf con buenos materiales y motivación. Además, permiten que personas que quizás no podrían costear esta experiencia, puedan vivirla. Las instancias que Club de Playa Savory juega es un papel clave para democratizar el acceso al deporte y mantenerlo conectado con el entorno natural.