Foto: Martin Garcia de la Huerta
Queridos amigos surfistas de Chile:
Acabamos de hacer uno de los mejores viajes de la vida, sino el mejor, un sueño para cada de uno de los miembros de esta expedición, y en mi caso una curiosidad inquietante desde hace más de 20 años, siempre postergada por la dificultad y finalmente despejada superando cualquier expectativa.
El viaje a Juan Fernández es una aventura, y por años se ha mantenido la incógnita de su potencial de olas surfeables, así que para animarse a partir a explorar hubo que esperar todos estos años hasta contar con toda la preparación necesaria. Claro que han ido surfistas antes, había registros de olas surfeadas en la derechita de Bahía del Padre y rumores de posibles joyas de olas desde los tiempos del Calá Vicuña, siempre sabiendo que el lugar era de una belleza impresionante, el buceo de primera, paraíso de los navegantes. Un lugar como para irse de luna de miel, que igual tenía sus olitas, pero nunca un destino surfer.
A quien le preguntaras te decía que no pasaba nada con las olas, demasiado profundo. Mirando el mapa había varias posibilidades interesantes pero claro, la gran mayoría de los lugares se ven como acantilados que caen al mar y siguen cayendo, no se ven muchos fondos prometedores.
Pero había que ir a mirar, y de a poco se fue dando forma a este viaje, del sueño de varios, a un proyecto armado por nuestro amigo Javier Gana y Crusoe Island Lodge. Javier había vivido 10 años en Robinson Crusoe y se la conocía de memoria, pero por debajo del agua con ojos de buzo, y tampoco muy seguro de lo que pudiéramos encontrar en cuanto a olas de calidad. Javier cambió el buceo por el surf hace unos años, después de su estadía en la isla, y desde entonces empezó a mirar el mar y sus condiciones como surfista, fijándose en esos detalles que sólo nosotros notamos pues para el hombre de mar tradicional, pescador o marino, las olas son un estorbo, un peligro que hay que evitar, “mar mala”.
Y empezó a tomar forma. Después de las tragedias vividas en la isla en el último tiempo se planteó el surf como una terapia para la isla, una posibilidad de recuperar la golpeada confianza de la comunidad isleña en el mar, sobre todo los niños, y así se interesó gente como el Desafío Levantemos Chile, luego enganchó el Gobierno a través de la Subsecretaría de Turismo, una cosa llevó a la otra y de pronto estaba todo confirmado para partir a esta gran aventura, un grupo de viejos amigos, cada uno con su función específica para hacer posible encontrar, correr y registrar el surf robinsoniano para mostrárselo al mundo y regalárselo a la isla, para disfrutarlo ellos mismos y para generar también una nueva forma de turismo en su beneficio.
Partió el viaje el viernes 18 de Agosto en la Barcaza “Rancagua” de la Armada de Chile, el fantasma del viaje aperrado y mareador se disipó con las condiciones de calma total que nos empezaron a mostrar la varita mágica que nos fue guiando de principio a fin en este viaje redondo. Vimos más de 30 ballenas y muchas aves haciendo sus migraciones y ahorramos más de 8 horas de viaje, llegando a la isla junto a una regata de botes tradicionales a vela, parte de las celebraciones del aniversario de la isla. Salimos a explorar inmediatamente, vimos pasar un pez volador que nos dejó con la boca abierta, luego las primeras olas en el lado sur, cada bahía y acantilado más impresionante que el anterior y nuestro guía Rubén contando cada historia, y la verdad, seguimos boquiabiertos hasta el último segundo de nuestra estadía.
Los primeros días fueron de explorar cada recoveco de la costa, llegamos al final de una crecida, luego vino otra a mitad de semana, corrimos varias olas donde más se las esperaba encontrar, en el lado sur, nada especial salvo la experiencia de estar en esos lugares donde la naturaleza es la que manda, todo es inmenso, y más encima estás surfeando. El día que no había olas igual hubo, pero nos quedamos en el pueblo participando en la fiesta de aniversario de la isla, que es la fiesta más importante del año, donde se junta toda la comunidad y hay todo tipo de competencias tradicionales(¿quién se come más rápido una langosta entera??), parrilla tras parrilla sin límite, personajes de cuentos de piratas, tocaba la banda local Dresden una música que te paraba los pelos, contando de las historias y lugares de la isla. Un privilegio, una experiencia muy bonita y que nos acercó mucho con la gente. El resto de los días, estuvimos prácticamente todo el día arriba de un bote, surfeando y buscando, observando los cambios de corrientes y vientos que hacían y deshacían las olas, pescando, buceando, almorzando sashimi, pescado asado y perol de langosta en el bote, preparado por nuestro guía Tedy, un maestro en el mar y en la cocina y ejemplo de pescador sustentable, conciente, como casi todos en la isla, de sus tesoros naturales y la importancia de hacer los esfuerzos para cuidarlos.
El día que se esperaba la crecida épica, el viernes 25, la ola venía del SW y el viento del SE, así que la opción elegida era”El Viudo” en la punta NW, que recibía bien esos dos factores. Nuestro gran amigo Negro Compte había estado en Agosto, para la crecida más grande del año, y visto ahí unos izquierdones tubazos, justo lo que nos habían recetado. En la crecida anterio habíamos visto el potencial y corrido una ola más orillera en la zona, una izquierda con buena forma y su tubo ocasional llamada “La Pichoca”, que nos cambió la percepción de las olas en la isla: ya no sólo era surfeable si tenías muchas ganas, sino que había una ola posiblemente perfecta, más o menos constante, y a 20 minutos en bote del pueblo.
La crecida se atrasó, y pasamos el día haciendole la guardia a La Pichoca y El Viudo, que necesitaba más tamaño y los tablones tuvieron que quedar guardados, pues aunque en el lado sur había olas de 6 metros fácilmente, el viento lo convertía en un revoltijo imposible, y en el lado norte entraba, cada una hora, un set de casi 2 metros, con una o dos olas. Martín y Javier fueron al agua, estaba medio frustrante, algo pasaba con la corriente que no dejaba que entrara la crecida. Nos dieron las 5 de la tarde y estábamos a punto de volvernos al hotel, cuando se combinaron todos los factores y, por una hora y media, Ramón y Merello se pusieron un festival de tubos, dropeando adentro y acelerando de principio a fin en unos expresos orilleros de hasta 2 metros y medio, con tablas 5’10”. Sebastián filmaba en el agua, Ixa desde la moto con Nono. En el bote, Martín y Bob disparaban fotos junto a Tedy, mientras Sebastián, ayudante de Tedy, y Felipe, concejal de la isla y fanático del surf, aplaudían los tubazos, felices de ver hecho realidad lo que venían soñando, por su cuenta, por años. Con Javier fuimos en moto a chequear El Viudo, este reportero, por su parte, verde por surfear, pero queriendo dejarles espacio a los pro, estaba inconstante y había que capturar lo más posible del valioso “material”. Al Viudo definitivamente le faltaba tamaño, y al volver a La Pichoca, nos enteramos de que el set que habíamos visto casi bueno, más abajo había sido el mejor de la tarde. Fuimos al agua y algo se hizo, pero lo bueno, así como vino, se fue, se oscureció sin mucha ola, el peak de la crecida fue en la noche y al día siguiente ya era otra cosa.
Felipe Paredes, el concejal, llevaba más de 10 años soñando con este día, conocía el surf por Marejada y había hecho algunos intentos en Ritoque y Arica. Fue gran apoyador de nuestro viaje, participó junto a Seba y otros 15 niños y jóvenes locales en la clínica de surf que hicimos el último día, todos motivados, todos hábiles gracias a su crianza isleña, y quedó comprometido a seguir adelante con el desarrollo de nuestro deporte: Club de Surf, intercambios al Conti, etc. Ramón y Merello dejaron tablas, Quiksilver mandó 10 trajes, David Dvorquez dejó 10 tablas de tablas de Stand Up Paddleboard, donadas por la comunidad SUP ariqueña , los niños descubrieron un pequeño rebote de una rampa en el muelle del pueblo, y ya habían tirado los remos y estaban agarrando las mini espumitas.
Por su parte, el SUP debe ser una de las mejores maneras de conocer la isla y un excelente deporte, medio de transporte y apoyo para la pesca, accesible a gente de cualquier edad y condición física. Más de 70 personas participaron de las clases de David, en familia, y lo agradecieron con el cariño que los caracteriza, felices con este descubrimiento.
Podemos decir, con mucho orgullo, que cada uno de los objetivos de este viaje se cumplieron y se superó cualquier expectativa. El desarrollo del surf en la isla se ve venir claro y de ahí pueden salir cosas muy positivas, tenemos la certeza de haber puesto nuestro grano de arena y devuelto la mano un poco, por lo mucho que el surf nos ha dado.
El Equipo:
Javier Gana, organizador.
Ramón Navarro, surfista profesional, pescador compulsivo.
Cristián Merello, surfista profesional, documentalista.
Ixa Llambías, camarógrafo, documentalista.
Sebastián Muller, filmador acuático.
Diego “Bob”Figueroa, fotógrafo acuático.
Martín García de la Huerta, fotógrafo.
David Dvorquez, paddleboarder.
Pablo “Nono” Yañez, piloto-rescatista moto de agua
Matías López, reportero, estibador de tablas.
Muchas Gracias a la isla Robinson Crusoe y a su gente, cariñosa y verdadera, y a todos los que ayudaron a hacer posible esta expedición:
Crusoe Island Lodge, Subsecretaría de Turismo, Desafío Levantemos Chile, Armada de Chile, Copec, Burn, Quiksilver, rtoque.cl, Adidas, Windsurfing Chile, Los Morros Surfshop e Innova Chile.
Por: Matías López