Por Matías Lopez
Lugar único en Chile y el mundo, su propio mundo en realidad, Arica es un territorio salvaje donde el visitante es muy bienvenido, y está sólo en él encontrar un sueño o vivir sus peores pesadillas. Gente amable, gozadora y amistosa, pero orgullosa como pocas (en el mejor sentido de la palabra), recibirá con curiosidad y los brazos abiertos de par en par al recién llegado y lo guiará a vivir su aventura, de día y de noche, sin más límite que su propia prudencia.

En pleno desierto, esta pequeña ciudad está conectada con el gran Valle de Azapa, fértil en agricultura e historia, con culturas milenarias y diversas, y también con el mundo del Surf como una gran protagonista, gracias a sus espectaculares Olas de nivel mundial, de gran tamaño, constancia y potencia; y últimamente también sus surfistas, destacados en cualquier tipo de condición. El legendario Pelecho Aguirre, primero en brillar nacional e internacionalmente, junto a Giovanni Visconti, Sebastián Cuesta, Mono Barrientos y el aún más clásico Chago Melús, recibieron algo de influencia externa pero prácticamente se inventaron solos y desarrollaron una tonelada de experiencia en El Buey y especialmente El Gringo, una ola que si no es de las más difíciles del mundo, seguramente es de las más peligrosas, como muchos visitantes lo hemos podido comprobar. Varias nuevas camadas han dado como resultado que hoy en día, ariqueños como Guille Satt, Danilo Cerda y Lorena Fica dominan el escenario competitivo del Surf chileno, sin olvidar a Germán Varas, destacado y entusiasta protagonista del Surf de Olas Grandes, y el resto de la generación actual siguiendo sus pasos. No es de extrañar que Arica, entonces, sea el único lugar de Chile donde se desarrolla año a año una fecha importante del circuito mundial WQS, que por las características de sus olas, y lo que hay bajo ellas, representa un desafío que no todos están listos para enfrentar, y que ofrecen, junto con su adrenalina y emoción y sus peligros evidentes, un escenario sin igual para observar el Surf, un cercano y explosivo Coliseo Marino, y un premio mucho más grande e indiscutible que los puntos, la fama o el dinero para todo surfer: el Respeto de sus pares.


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