Por Matías Lopez
Se habla bastante de localismo en el Surf, generalmente como un fenómeno propio de nuestra actividad y, en general, lamentable, pero es evidente que esta actitud primitiva de tener miedo y desconfianza a lo desconocido y defender el territorio propio y sus beneficios es natural, y por cierto, no es exclusiva del Surf ni tampoco del ser humano. Hay localismo en prácticamente todos los animales de la naturaleza, y también hay localismo en todas las actividades humanas, en los deportes, los negocios, la política, y sobre todo, en las relaciones personales. Y bien llevado, llega a ser necesario, como regulador del respeto y de la administración de un recurso limitado y valioso.

El Mar y las playas son tierra de nadie, y es una gran cosa. Una de las características únicas de nuestro deporte-arte-terapia-estilo de vida es la interacción libre y salvaje entre el surfista, sus pares y el entorno, permitiendo salir por un rato de la jaula tecnológica y la “seguridad” en que vive la gran mayoría de la gente, por lo menos en las ciudades. Es bello tener que ganarse el derecho a correr una Ola a punta de habilidad, conexión con el Mar, experiencia y maña, sin la posibilidad de arrendar la cancha, con excepciones por supuesto, como las playas y olas privadas, defendidas con violencia y/o leyes corruptas. Las piscinas de olas, en cualquiera de sus formas, ya son otra categoría completamente distinta y ese deporte debería tener otro nombre.

También es muy sano exponerse a situaciones de las que luego nadie más que tú mismo te va a poder sacar, como recibir un Olón en la cabeza, tener que pasar tu valioso tiempo remando entre fuertes corrientes, dar botes en las piedras, o transar con actitudes complicadas al llegar a un lugar nuevo para ti. Dejar de estar al tope de la cadena alimenticia y compartir espacio con animales salvajes más hábiles y fuertes que tú, que, claro, podrían comerte.

Hay lugares donde el respeto se da naturalmente. Una Ola difícil o peligrosa regula por sí sola la ansiedad de los recién llegados, y en Chile hay muy buenos ejemplos como El Gringo, donde aparte de los días previos a un campeonato es muy poco común ver una multitud de gente compitiendo afiebrada por cada Ola, y en vez de escuchar “voy, voy”, se escucha más “dale, dale”. El problema crece en directa relación con lo atractiva, y sobre todo, fácil que sea una Ola. Y a todo el que ha gozado con una sesión memorable le cuesta mucho no contársela a sus amigos, éstos a sus amigos, y por lo tanto, somos todos promotores del Surf y responsables de que las Olas estén cada vez más llenas de “amigos”.

Claramente, hay métodos de localismo más o menos elegantes. En Tahiti, con Olas difíciles pero hermosas, perfectas y con un entorno paradisíaco, al visitante le sorprende ver a los locales grandotes acercársele y saludarlo de la mano, pero viéndolos tomar y repartirse las mejores Olas de cada set tan fácil y naturalmente, habría que ser muy patudo para ir a disputárselas al cacho. Las cámaras se permiten en Teahupoo, llamado por algunos locales “El Estudio”, pero no son nada de bienvenidas en la mayoría de sus muchas otras olas perfectas. Y la manera de comunicar los códigos de conducta parte muy cortés y se queda así, a menos que te cueste entender.
En la isla Reunión, contaba un amigo, entras al agua, se te acerca algún local, te habla en su dialecto local, y si le contestas en cualquier otro idioma te expulsa del agua inmediatamente, pasando rápidamente a los gritos o a los golpes.
Hay lugares donde te rompen o roban el auto estacionado.

En muchos lugares los locales van a escoger las mejores Olas siempre, y toma tiempo y paciencia tener una oportunidad para ganarse el espacio. Sin una palabra y la cara llena de risa, se van a agarrar cada una de las que les interesan, sin importar dónde estés ubicado, como si no existieras. Anda a reclamar tus derechos y empezar una discusión y seguramente ahí si se va poner más denso el asunto, y quizás te tengas que ir, quizás machucado.
Normalmente no pasa a mayores, todos estamos en el Mar para pasarlo bien, pero siendo las Olas tan escasas y atractivas, se necesita que la gente más experimentada regule el comportamiento de los más nuevos o ansiosos. A todos nos han tenido que poner en nuestro lugar alguna vez, y enseñarnos conceptos sutiles como la rotación: aunque no haya “turnos”, es de muy mal gusto querer agarrase todas las Olas que vengan.
Después de correrte una deberías esperar a que el resto corra también, entrando en el ritmo del crowd del momento. Sobre todo si remas una y no vas, o te caes. No vas a pretender que después de desperdiciar una buena Ola, habiéndola reclamado como tuya y que te la hayan dejado, vas a poder intentarlo de nuevo en la siguiente, habiendo más gente esperando. Y cuántas veces al día vemos exactamente eso en las Olas chilenas más accesibles?

Ser un local en el Mar tiene que ver con tu experiencia y compromiso, con asumir desafíos y enfrentar amenazas que afectan a tu ecosistema y comunidad. No tiene nada que ver con el lugar donde vives, o las propiedades que tengas. Llamarse a uno mismo localaso, o al resto de caliorda, o cualquier expresión despreciativa, sólo habla mal del que lo hace y le quita toda su categoría y respeto.

El rol de regulador es mucho más una pesada responsabilidad que un beneficio, y muchas veces es necesario pues simplemente no alcanzan las Olas para todos, sobre todo los más débiles. Para el local que asume ese papel, casi siempre se puede hacer de buena manera, anticipándose a las situaciones y hablando con buenas y convincentes palabras o gestos. Normalmente los locales violentos no son los surfistas más talentosos, esos la están gozando y no tienen tiempo para eso, si no los más mediocres y frustrados.
Llegar a los gritos es muy contaminante para todos los que están en el agua, muchos de los cuales ni siquiera van a saber de qué se trató el problema inicial.
La violencia desatada y peor aún, los daños al auto o piedrazos a la casa del infractor en la noche, eso ya se pasa de categoría y llega a ser, simplemente, delincuencia.


Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad del columnista y no necesariamente representa el pensamiento de Chilesurf.